Expulsión democrática

Y entonces, votaron.

Los hongos del baño de aliaron inesperadamente con la comida caducada de la nevera y la mugre de debajo del sofá. El polvo de los armarios se abstuvo, como era su costumbre. Los chorretones de las cortinas tuvieron un momento de duda pero terminaron por unirse a la coalición. De los restos de chucherías debajo de la cama jamás se supo la opinión: debieron quedarse dormidos y no ir a las elecciones, como siempre.

Así, ya en el poder, se aprobó el decreto por cual le expulsaban sin derecho a reclamo alguno.

Él logró encontrar otro apartamento que ahora mantiene como los chorros del oro, pero todavía sigue pagando el alquiler de aquel de donde fue expulsado. Cada vez que compra detergente y desinfectante en el supermercado, se pregunta por que lo hace.

La respuesta siempre es la misma: no deja de ser parte de él.