– ¡No, por favor! ¡El otro pie no!
El matón hizo un amago de sarcasmo en forma de sonrisa (aún no dominaba ese arte) y golpeó con la maza el pie derecho del escritor.
Éste, en mitad del terrible dolor, sonreía por dentro, regocijándose una vez más por su astucia al decirle al prestamista que era bailarín.
muy bueno, está muy bien terminado, a pesar de que el título ya adelante parte de la historia.